Ya sean clientes o trabajadores, las personas son el centro de la fábrica inteligente, participan de forma activa en todos los procesos, desde cualquier lugar y marcando el camino a seguir. Implicar a las personas transforma los procesos y los espacios, que se abren para ser lugares de encuentro y colaboración en los que todos los agentes participan desde la fase de diseño. Esto facilita, no solo que la cadena de valor del producto se enriquezca con aportaciones desde diferentes enfoques, sino que se reduzcan los costes asociados a las modificaciones en el diseño una vez se pasa a producción.
En la nueva industria todos los actores están implicados, desde el diseñador hasta el cliente, convirtiendo los procesos productivos en elementos dinámicos que se mejoran de forma continua y se alimentan de fuentes abiertas de conocimiento.